Lucy Cristina Chau
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notas

6/14/2020 0 Comentarios

desde el refugio

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En estos días, las paredes del apartamento son el refugio.  Una puerta me separa de la locura de estos días, en los que - como en una pesadilla - el mundo se ha vuelto un lugar incomprensible.  Cientos de ojos pululan por las calles, entran a los supermercados y transitan por las vías en los contados autos que circulan.  Los rostros cubiertos por mascarillas de colores comunican la angustia de la incertidumbre. Yo ni siquiera hablo cuando salgo.  Me limito a caminar (no tengo auto) y a elegir con premura lo que necesitamos en casa para sobrevivir.  

Quién hubiera dicho que desde la noche buena del año pasado, desde la ventana del Hospital Oncológico, acompañando a mi hermana en lo que serían sus últimos dos meses de vida, lo que miraba era un futuro en el que iban a faltar tantas personas.  Son cuatrocientos treinta y seis mil doscientos cincuenta y siete fallecidos hoy, a causa de complicaciones por el  Covid-19.   

El 26 de enero fallecía en un hospital de Buenos Aires mi suegro, Aldo.  Llevaba casi un año luchando con las consecuencias de un accidente cerebro-vascular y un mes más tarde fallecería mi hermana, Vielka.  Una coincidencia bastante inverosímil nos mantuvo a mi pareja y a mi en situaciones similares por casi un año.  En el caso de mi hermana, se trataba de un tumor agresivo que crecía en su cerebro a pasos agigantados.  Glioblastoma Multiforme Grado 4, es un diagnóstico que conozco desde Septiembre de 2019, cuando en la sala de neurocirugía de la Caja del Seguro Social, un médico nos anunciara el fatal resultado de la biopsia.   La vida nos estaba haciendo pasar por situaciones similares, en las que no podíamos comunicarnos con esas personas que habían cuidado de él y de mi desde que nacimos.  Habíamos iniciado un duelo profundo, con tiempo suficiente para despedirnos, pero sin saber quién estaba del otro lado.  El 29 de febrero de 2020, a las 2:15 de la tarde mi hermana dio su último suspiro, luego de escuchar un mensaje de voz de mi hijo, su ahijado, despidiéndose de ella.   Era el final de meses de hospitales, ambulancias, médicos, exámenes, quimioterapia y muchísimos pasillos y salas de espera.  Fue tal vez uno de los últimos sepelios de este año. Más de doscientas personas nos reunimos en el Jardín de Paz, para despedir a la gran Vielka Chu.  Cuando bajaba el ataúd, sonaban los tambores del músico que fue su compañero por años, de sus alumnos de Bellas Artes y resonaban los pasos de baile de dos de sus alumnas de danza moderna y contemporánea.   Los días que siguieron estuve con mi hijo, hasta que decidió viajar a la isla donde vive.  Recuerdo haberlo dejado en un bus el 10 de marzo a las 6 de la tarde. 


Caminaba por la terminal con la sensación de que la vida era una sucesión de eventos a los que reaccionaba casi que instintivamente, como un boxeador sin plan, que solamente se dedica a evadir golpes de la mejor manera posible, con el único objetivo de no caer a la lona.  Algo dentro mío quería tiempo para pensar un poco y descansar.  Se terminaba el primer trimestre del año y no había podido disfrutar de mis vacaciones.  La muerte de mi hermana había sido apenas el salir de un periodo de diez meses de incertidumbre y agonía.


Eran las 6:35 de la tarde y mi hijo había partido, pero tenía planes de visitarlo en unas semanas, antes de iniciar el semestre universitario.  A sus quince años, empezaba a viajar solo y yo quedaba un poco a la deriva respecto a su vida.  Ya no me necesitaba y tenía la sensación de que me estaba diciendo adiós como su cuidadora.  No sabía si caminar hacia el andén de los trenes, tomar un autobús hacia mi casa o a casa de mi hermana mayor, donde probablemente estarían mis otros hermanos reunidos.  Caminé hacia el centro comercial para intentar encontrar algo en una tienda de regalos.  Di un par de vueltas entre los anaqueles y de pronto vi algo que aun no supe entender.  Las tres empleadas y el gerente miraban la televisión en silencio.  La voz del reportero repetía “Es el primer caso de Coronavirus en Panamá”.  Sigo pensando que ese anuncio tenía algo de irreal, y eso fue quizás lo que me hizo salir de la tienda, como para no contagiarme de lo que pasaba en los rostros de las vendedoras y el gerente. Les dejaba en otra realidad y yo decidía seguir en la normalidad, o - más bien - en lo que pensaba que debía ser la realidad, a lo que creí estar enfrentando.
​
​

Recuerdo entrar en una tienda más grande, donde la gente danzaba en medio de vestidos y zapatos.  Los colores eran como un sueño y - por un momento - imaginé realidades de distintos colores.  Pensaba que podía elegir de qué color quería vivir y que habrían ropas y zapatos que determinaban cuan rosa o verde quería estar.  Recuerdo tener una pijama gris en la mano cuando sonó mi teléfono.  Lo busqué rápidamente, pensando que mi hijo podría necesitar alguna cosa, pero al ver la pantalla supe que llamaban de casa de mi hermana.  Me esperaban para cenar y estaba de cumpleaños mi sobrina.  Cuando colgué, me decidí por el pijama que tenía en la mano y lo hice envolver para regalo.  Nunca supe por qué tuve ganas de regalarle una pijama.  Me gustaban elegir ropa de dormir.  Estaba cansada.  Ahora lo miro como un presagio de interminables días usándola. Ya en el camino, en el taxi, había muy poco tráfico y llegamos en unos minutos.  Me recibieron caras de cansancio y algo expectantes por los noticieros.  Cené escuchando versiones de lo que pasaba y nos despedimos sin saber que no volveríamos a reunirnos en mucho tiempo.  

​Continuaré...





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2/22/2019 0 Comentarios

Recital por el mes de los océanos

En septiembre de 2018 participé en un recital de poesía y música, organizado por el poeta Martín Testa, quien dirige la oficina de Fomento de la educación ambiental de la Autoridad del Ambiente y por la profesora Tatiana Bernal, docente de la Facultad de Arquitectura.  Compartí escenario con la gran poeta Consuelo Tomás y con los músicos Domingo Muñoz y Osvaldo Jorge.  El trabajo audiovisual, que añade contenido al registro es una realización de Hernán García.
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5/9/2017 0 Comentarios

Ensayo sobre la poesía de Lucy Chau

Recientemente, el profesor Rafael Ruiloba, catedrático de la Universidad de Panamá, realizó varios ensayos sobre el estado de la poesía panameña actual escrita por mujeres, entre los cuales escribió este que a continuación les comparto y que habla sobre su visión de mi trabajo poético en los últimos diez años.


Lucy Cristina Chau o la nueva resurrección de Alcestes.
                                                                                     por Rafael Ruiloba 

En la mitología griega Apolo le da al rey Admeto por arte de birlibirloque dos dádivas propias de la divinidad: el amor de la mujer más bella de Grecia, Alcestes, y ser inmortal, si alguien moría por él. Pero ni su padre, ni su madre en el lecho de muerte aceptaron; tampoco los soldados moribundos en el campo de batalla. Solo su esposa Alcestes acepta morir por él por amor. Y como él solo quería su cuerpo ella termina en el infierno por nada. Heracles la rescata y cuando ella regresa, es otra mujer porque cambia su conciencia. Según el trágico griego Eurípides en su obra Alcestes la tragedia de la mujer es el matrimonio sin amor, pero Alcestes se niega a aceptar la normalidad síquica de la mujer sometida debe transformarse en otra, para liberar su conciencia y no tener la normalidad como enfermedad psíquica.  Estas metáforas caracterizan la poética de Lucy Cristina Chau, donde el cuidado del yo personal se integra a una ética de la existencia estéticamente cultivada en su poesía.  Esta ideología encarna una respuesta poética al desafío psicológico de las mujeres modernas en una época, donde como dice Zigmunt Bauman, en El Amor Líquido, "el compromiso y la obligación de estar allí han desaparecido". Por eso para ella la casa está rota, la cama nupcial congelada, las mudanzas desarraigan el alma y hay que reparar la conciencia contra el desencanto para no caer en el nihilismo. Pero Lucy va más allá, ahora tiene que reparar la fe, la verdad, el amor y el sentido de la vida. Esta es la intención de su poesía. 

 
​La poesía es la gota que traspasa la piedra. En Rencor Express escribe “Ha estado en tu casa/ conoce a tus hijos/ ya respiró tu aire/ y te odia./ Mañana volverá/ completará el mapa / de tu debilidad/ no te podrá perdonar/ y se irá a su casa / sin saber ya cómo llegar a ser tú /despedazándose/ en la agonía de tu nombre/ y su falta de apellido formal. Ha pisado tu casa/ cree conocer a tus hijos/ ya respiro tu aire/ y te odia/ Esto quiere decir que ella no se hace ilusiones, con un reciclaje amoroso porque no quiere pagar la módica suma de 10 años de vida para liberarse de una mala relación. 

Sus poemas, situados en el territorio de la puerta cerrada, en lo íntimo hogareño, en los instantes emocionales que son hitos en la vida, no tienen un saco para repartir nostalgias porque su poesía no tiene pasado, ni futuro, solo presente. Ubicada en ese instante áspero del desahogo de la siempre niña que es, se dedica a restañar las heridas de la vida para reconstruirse cada día; para sacarse con la navaja de la ironía las falsedades morales que inutilizaron su vida. En su poesía hay una religiosidad encubierta, en confesiones, misas, altares, diosas, miedo a lo desconocido porque como no tiene muletas psicológicas con su poesía tiene que reconstruir su fe en sí misma cada día. De allí nace su franqueza sin fingimientos, su personalidad sin máscara, sus deseos sin engaños; su presente sin lágrimas y una pequeña dosis de soledad como estoicismo creativo. 

Así podemos caracterizar ese libro electrizante que es La Casa Rota. En su poema Misa escribe “Somos seres sin fe / abarrotando la iglesia de la esquina/ somos aliados del mal/ robando hostias a punta de lengua/. Somos demonios confesos/ portadores del encaje y la herejía/ En el pecho cruces de neón/ en la cara envidia/ y en la vida/, en la vida/ en la vida/ jamás hemos pedido perdón sin prisa/.      No hay mejor descripción de la modernidad como hipocresía. Por eso ella por medio de la poesía limpia su alma de las impurezas de su yo puro y desolado. Quita la hipocresía, la doble moral y en cada uno de sus poemas su discurso hace el viaje de la desolación a la esperanza. En medio de esta se oculta la paradoja de la vitalidad renovada. Porque reacciona frente al horror de la vacuidad, frente al sin sentido de los valores de la cultura asignada a las mujeres como parte de la programación cultural de la normalidad inútil. Tal como lo describe en su poema “Y creí que era justo” para describir la falsedad de valores. 

Por eso como Alcestes, Lucy Cristina Chau regresa del infierno de la vida convencional y se ve obligada a reconstruir su conciencia. Esto reedita un viejo mito de la poesía de Vanguardia. Sinán lo trata en Saloma sin sal o mar donde describe el proceso psicológico por medio de cual dejó de ser Bernardo Domínguez Alba para ser Rogelio Sinán. Lucy en La Casa Rota nos deja entrever como se transformó en la poetisa Lucy Cristina Chau. 

En Mujeres o diosas la ironía supera el desencanto, clava su sarcástico arpón en la vida cotidiana de los valores muertos, donde el lucido mandoble del laconismo hace que el poema se extienda en lo no dicho para entablar el Judo moral contra el sin sentido de la vida y esta es la paradoja que hay en todos sus poemas, sobre todo en Altar. Los valores de la vida familiar lactada como tradición familiar fue más bien un fenómeno “natural”, basado en la división convencional de los papeles de la mujer, pero para ella la vida va por otro lado “Si no hay otra verdad usaremos la misma”. Dijo en La Casa Rota y el libro Mujeres o diosas es el compendio de las nuevas verdades. Por eso su libro asperja desilusión y construye esperanza. Anima su soledad con el sarcasmo al hacer evidente el sin sentido. Esas son las razones de la sin razón que tiene que sacar de su vida; estos son los falsos ideales que tienen que limpiar de su conciencia con su poesía. Ella no apela al consumo idealista del amor o al de las virtudes ecuménicas de un manual para el reciclaje amoroso, ni escribe una poesía esencialista sobre juventud, vitalidad, amor o belleza; su poesía es la piedra del desencanto cuya onda escalda la vida con su eros de hogar. Su poesía es el festejo de la ironía; es fiesta contra el luto, terapia contra los reveses, llama de erotismo velado contra el sofoco de las ansias, procesión de penas llevando en andas su angustia para desecharla; antífona de la ironía, trino de su verdad amarga.  Por eso Lucy Cristina Chau por medio de su poesía refunda los valores de una existencia nueva como mujer libre. 

​Su poesía busca la regeneración radical de la quimérica normalidad que tienen como manager la moralidad hipócrita y sus acólitos falsarios. ¿Cómo puede una mujer tener la capacidad de reconstruir su vida cuando los valores de la normalidad no significan nada en una sociedad amoral, signada por la precariedad de los vínculos humanos, o por los espasmos de una proximidad virtual que instituye modos de vida cuyos valores están gastados? Como hacerlo sin ser la viuda del ex marido, sin buscar refugio en una gárgara de amantes o ahogar su conciencia en subterfugios religiosos o en muletas sicológicas del sacrificio o la inconsciencia de sí.  La solución es una poesía como ética. Donde se recupera a si misma aferrada a los valores de lo femenino. De esta manera ella conjura estas puertas falsas de la soledad con la ética de la mujer libre, para renacer cada día como Alcestes siendo Lucy Cristina Chau.
EL ALTAR
Si yo hiciera para mí un altar
en una esquina de la casa
– visible, claro está –
para poderlo ver
desde la entrada
y al cerrar la puerta;
si estuviera obligada
a colocarme flores,
frutos frescos,
vasos con agua, joyas,
y una que otra seña
de las cosas que quiero;
si yo me viera forzada
– por razones de culto –
a mantenerlo limpio,
asumiendo a la vez
la tarea de hacerlo
un altar envidiable,
una parada obligada
y que los visitantes
mirasen de reojo,
con cierto respeto
y reverencia
ese altar
endiosado
conmigo en el centro;
​

​si yo lo hiciera,

me rendiría el tributo cotidiano,
me pediría cosas imposibles;
si me las concediera,
me daría las gracias
incontables veces
me compraría regalos,
me otorgaría un diezmo,
saldría a buscarme más flores,
más candiles,
no dejaría que nadie
ignorase mi presencia,
mucho menos negarme,
descreerme,
insinuar que no existo,
dudar de mi poder,
olvidarme.

Si yo creyera que existo
que soy
por lo menos una diosa,
viviría en ese altar,
pero saldría
todo el tiempo a pasear
entre los vivos.

​La noche

Tú no sabes lo que es la noche, Niko,
hasta cuando anuncian
que no pasarán la pelea del Kid Wilson ,
y tu padre no sabe que hacer
con sus cervezas heladas
y es entonces, Niko, que todo oscurece;
es entonces cuando el silencio te penetra y
se aloja en tu costado sonriente,
es entonces cuando llegas a pensar en el miedo
como un extraño que llega y se sienta en tu cama.

Y tú, Niko, pensando lo distinto de ese amanecer
con el recuerdo del Kid Wilson dentro de su bata,
dando pasitos de baile
al tiempo que sus puños cortaban el aire a golpes.

Tu, imaginando la fiesta de un knok out , Niko,
dejándote abrazar por tu padre
como un amigo bueno que festeja otra cosa,
que festeja la cosa más grande,
más hermosa, más linda;
y a la vez sabes que Kid Wilson eres tú,
es tu padre el día de tu parto,
y lloras,
lloras como el día en que naciste,
porque no sabes quién es Kid Wilson
ni su madre
ni la madre de su madre,
pero te aferras, Niko,
porque es el único modo
de no cargar el peso de la noche.


El tren que perdí
Era yo,
de pie junto a los rieles del tren
que había perdido.

Lo perdí ayer, cuando dieron las doce
y nadie había tocado mi puerta;
lo perdí siendo niña, frente al príncipe bueno
del libro de cuentos;
lo perdí la noche en que el hombre
me negó como su huella.

Mi madre jugaba a las muñecas
con calcetines viejos,
pero las abandonó
por la penumbra de su herencia,
y otra vez perdí.

Hace tanto tiempo
un barco sombrío encalló en la arena,
y mi abuela fue expulsada con rabia de ese vientre
que sólo paría desconsuelos.

Allí perdí no sólo el tren,
sino el camino a la infancia.
Yo, que venía esperando nacer en la llanura,
iba a perder sin saber
por qué Ikele no se despidió de su Yimbé .

La noche empezó llevándoselo todo
(sólo en la punta de mi dedo
encontrarán la clave),
el frío se apiadó y me hizo compañía,
hasta que fue creciendo el sonido de los rieles.

Hoy he sido yo de pie frente al tren,
lo vi partir
no tuve miedo,
porque sé
que hace más de un siglo
lo perdí.
Maletas
Dejo las maletas hechas
cada noche,
así no pierden tiempo
buscando mis escombros.
Atando cabos
Soy buena atando cabos,
pegando pedacitos de verdades con cinta
adhesiva.

Se todas las mentiras a mi modo,
conmigo se quedan quietas esperando estallarme.

Nobody knows me , nadie me conoce
porque todos ponen fechas a las miradas,
quieren escuchar sus propias razones,
darme la santa bendición para sus culpas
dormirse tranquilos porque soy buena.

Yo sigo haciendo las mismas preguntas
ya me habitué a sacarlas de la papelera.
Leyenda
Dos ojos tristes
asoman en medio de la noche.

Como soy una niña solitaria,
juego a contar hormigas mientras me canso,
pero a veces me traen el anuncio
de la muerte de alguna mariposa.

De noche
cuando los ojos negros me llamen de nuevo
tendré que sumarme al cesto de las niñas
perdidas
para que las hormigas me devuelvan al patio
sobre las alas de alguna mariposa.
La negra
Hay una negra detrás de mis años
que mueve mis caderas cuando bailo.
Hay un hechizo que sucumbe a mis ojos:
la magia de la isla y el continente.

Me rindo con mi pelo rizado,
no le doy vueltas a mis labios carnosos.
Cualquier clase de tambor me pone el toque,
yo le contesto con aromas diferentes.

Diosa, cumbia, samba, mambo,
no tiene nombre todo el ashé que enciende.
Acá llegó mi máma diciendo que era blanca,
y nadie le creyó cuando nació la negra.
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3/7/2017 1 Comentario

Rompiendo las barreras en una plaza abierta

Hace unos días recibí un mensaje de Carlos Augusto Corrêa.  Es cronista, ensayista y poeta brasileño.  No sabíamos el uno del otro hasta que un amigo suyo compartió uno de mis poemas en su cuenta de facebook.   Se trataba de "Punto de ebullición", un poema del libro La casa rota (2009), que forma parte además de la antología Ciencia y Poesía en Panamá (2011), con la selección de Isabel Herrera de Taylor.  

Alentado por la curiosidad, Carlos decidió preguntarme si tenía más textos, pues nunca había oído hablar de mi. Intercambiamos mensajes por espacio de una semana, lamentando un poco la escasa accesibilidad de textos de autores panameños en otros países del continente, pero con la firme disposición de ayudar a la difusión.  De alguna forma llegamos a vincular las luchas socio-ambientales a la literatura y ello provocó que el hiciera una crónica pequeña sobre la hondureña Berta Cáceres y su similitud a Chico Mendes.  

Toda esta correspondencia estuvo fluyendo en dos idiomas, cada quien con el suyo.  De manera que hace un par de días, Carlos me regaló estas palabras, que también fueron cuestionamiento para mi en varios sentidos, entre ellos ese donde se rompen las barreras del idioma por la curiosidad de juntar las piezas de este juego en el que estamos participando con nuestras vidas. 


"Chão de Praça 
Carlos Augusto Corrêa 
Lucy Cristina Chau e A Negra

A poesia muitas veze
s se volta para a cidade, para o mundo como um todo e mostra a inquietação do poeta com os fatos que ele vivencia. É quando o autor não se conforma com os dramas políticos e sociais de seu tempo e cria no poema uma realidade que se opõe ao que existe como rotina.

Foi este o caminho percorrido por um Brecht, um Maiakovsky, poetas que viraram as costas para o marasmo de uma época e buscaram na arte um espaço de convivência maior entre os homens. Fundaram uma obra poética que funcionou como uma espécie de comuna poetizada. 

Por falar em poesia, ando muitas vezes aqui no Face lendo poetas, sobretudo das novíssimas gerações e em certos momentos me surpreendo. Outro dia o professor Oswaldo Martins em sua coluna de poesia me enviou o texto de uma poeta panamenha, Lucy Cristina Chau. O título: ponto de ebulição. Li e a primeira impressão (dizem que é a que fica, mas nem sempre) foi de uma escritora concisa, de imagens lúcidas e bem colocadas. Então, o cronista aqui - que já comentou muito sobre poesia na imprensa oficial - quis ler mais um e outro de Lucy. Nova surpresa. Bati os olhos num poema intitulado A Negra e em outro intitulado Tanto. Senti logo estar ao lado de uma poeta de muito boa estirpe.

Abelhudo que sou, mas em termos profissionais, procurei a biografia e verifiquei ter a poeta intensa atividade artística . Em 2006 ganhou um Prêmio Nacional de Poesia Jovem Gustavo Batista Cedeno em 2006. Dois anos depois veio outro também de poesia: Prêmio Ricardo Miró. E desde 2010 coorganiza o Festival Internacional de Poesia Ars Amandi, no Panamá. Isto é o mínimo do mínimo que posso adiantar sobre esta moça talentosa com vida artística, como veem, bem desenvolvida em seu país. 

Hoje vou deixar de lado o seu poema Tanto, muito eficiente, por sinal, pra tecer algumas considerações sobre o texto A Negra. A propósito, conversando aqui com Lucy, ela me disse que o tinha composto há sete anos. Mas às vezes, e ela sabe disso, aquilo que sentimos não ter mais muito a ver com o que pensamos da linguagem hoje, é justamente o que mais atrai o ouvido de um leitor.
A Negra é um texto atual. "Hay una negra detrás de mis anos/ que mueve mis caderas quando bailo." Por esses versos iniciais essa atualidade é visível.Lucy assume o mundo da negritude, a ponto de uma negra, no segundo verso, mover parte de seu corpo quando dança. Verso de uma sensualidade, prova de sua identificação com a boa raça.

Leio o poema e não me prendo só ao seu significado imediato. Claro que não. Vou me lembrar de imediato do colonialismo hispânico e do brasileiro que mantiveram o negro em condições subumanas. Foi dura a escravidão na América Espanhola que, segundo informa a pesquisa da Universidade de Emory em Atlanta, levou para lá 4,8 milhões de negros africanos. Foi uma escravidão que provocou rebeliões como a do Peru, a do sul do México. Um escravismo intolerável que causou a formação dos quilombos na Colômbia e Venezuela. A história registra que esse período trágico da humanidade (que veladamente ainda persiste no mundo) provocou no Haiti uma revolução sangrenta e pôs no poder líderes negros.

Um poema como A Negra convida o leitor a fazer o mesmo que Lucy: identificar-se com a luta do negro, buscar a valorização de suas raízes. Induz o leitor a sentir que nossa história de latinos tem uma grande gota de sangue negro, e disto não podemos NUNCA nos envergonhar.

Nessas três estrofes de versos entre nove, dez, onze, doze sílabas , enfim em versos livres mas bem controlados, não há quem não se comova com o drama humano motivado pela escravidão. Não se trata de uma identificação ingênua diante de um texto sentimentalóide. Não. Longe disso. Esse texto de denúncia refinada faz suscitar em nós um protesto sutil.

Prestem atenção. A mistura do feitiço, do tambor, dos ritmos africanos, do ashé, com o corpo da poeta e no fundo com o do leitor significa identificação. É identificação a presença da mãe dizendo que era branca e súbito viu nascer a negra.

Estou feliz de estar apresentando ao público desse nosso patropi um pouco da vida e da obra dessa poeta nova e que já é festejada em seu país. Mais: é uma criadora que tem consciência de seus recursos e sabe como é importante para um poeta trazer os grandes temas para um texto artístico
".


Ahora me toca a mi averiguar un poco sobre este poeta de la generación de la década del setenta, y aunque seguramente deba leerlo en portugués, ya presiento que habremos roto las barreras del idioma en esta plaza abierta que es la internet.

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12/29/2016 2 Comentarios

Valorar a la poesía

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Si es de la gente que piensa que la poesía es un pasatiempo para románticos, seguramente no se ha detenido a observar cuántas cosas alrededor suyo tienen poesía.  Incluso los anuncios comerciales de esos productos que compra irracionalmente usan poesía para llegar al mismo centro de su cerebro donde se toman las decisiones.  La poesía tiene que ver con el deseo, con la expresión de lo que nos falta y es allí donde reside la magia de la mercadotecnia, en el deseo y la carencia de lo lejano.

Como una de las bellas artes, la poesía es la expresión más sublime del ser humano.  Sir Ken Robinson, un inglés experto en educación, señala en su conferencia sobre educación y creatividad que el arte despierta el pensamiento divergente y es un estímulo tan grande para el cerebro, que despúes de una exposición a cualquier forma de arte, el individuo toma mejores decisiones en los negocios y está mejor preparado para aprender sobre cualquier materia.

En los países desarrollados el arte en todas sus formas juega un papel escencial.  Los centros educativos dedican gran porcentaje de su tiempo y recursos a desarrollar el arte en sus estudiantes, ya que reconocen su potencial educacional.  Las empresas siguen la misma línea y las ciudades destinan espacios importantes dentro de las urbes al disfrute de obras de arte, desde la plástica hasta la performática, sin olvidar la poesía, por su exquisités y alto valor intelectual.

Si otorgamos valor a lo que nos produce ganancias, el arte debería ser la inversión primaria.  Las ahora llamadas industrias culturales mueven el mundo.  Existe muchísimo movimiento económico en torno al arte.  Cada vez que hay un evento artísitico ganan las petroleras, el transporte público, el transporte selectivo, el licor, la industria de la ropa, del calzado, los restaurantes, las farmacéuticas, la economía informal, la papelería, las redes sociales, y si continúo con la lista, se podrá observar cómo el arte es un motor de la economía valorado en países con visión clara.  Si quiere hacer el ejercicio, piense en todas las actividades que realiza cuando planifica asistir a una actividad artística.  Sea honesto y verá que gasta más que la entrada.

Sin embargo, a la hora de hablar de la poesía, pesa mucho el prejuicio.   Se piensa de la poesía que su brevedad y su historial lírico le restan fuerza a su capacidad de seducir audiencias.  De hecho, hay simpatizantes y amantes de la poesía que jamás asisten a recitales o presentaciones de libros.  Incluso hay poetas que nunca atienden la convocatoria a recitales de sus colegas, mucho menos si son de nuevas generaciones.  Rechazan, sin derecho a réplica, la oportunidad de escuchar de viva voz de sus creadores una poesía que normalmente tiene dificultades para ser conocida, pues en la industria editorial lo primero que sufre es este género.

Pasa también que los poetas hemos asumido que debemos regalar nuestro trabajo. ¿Cuántos libros de poesía no se regalan en eventos literarios, aún cuando su costo de impresión no ha sido cubierto?  Se cuentan con los dedos de una mano las veces que en un evento sus organizadores reservan pago para poetas.  Normalmente hay presupuesto para los del brindis, para las boquitas, para alquiler de sillas, equipo de sonido, luces y hasta para pagar a personas que nos dicen donde sentarnos, pero si un poeta pasa a leer en esa actividad, lo hará por "darse a conocer" y se irá a su casa habiendo gastado en transporte, en comida y probablemente hasta en imprimir material.   Ese día asumirá la pérdida por "darse a conocer" , sin caer en cuenta que no importa cuántas veces "se dé a conocer",  siempre seguirá siendo llamado a leer sin pago, sin siquiera reconocer sus gastos para llegar hasta ahí.

Lo más gracioso - como para reírse de la desgracia - es que el público suele disfrutar de la poesía y rememora lo bueno de un evento por la participación poética que nadie quiso pagar, y terminan contactando a esa persona para leer en otros eventos "como una colaboración" para cualquier institución que sí sabe dar valor a otros elementos del mundo del arte.  Una de las más graves omisiones a este respecto las suelen cometer en las instituciones estatales, el Instituto de Cultura o los departamentos de cultura de cualquier estamento o centro educativo.  Suelen invitar a los poetas a compartir y les dicen alegremente que no alcanza el presupuesto ni para los viáticos.   Es decir, arman un evento en torno a la poesía y se les olvida considerar a los poetas.    Sería como armar un viaje al espacio y decirle a los astrunautas que no se les paga.

Como en toda profesión u oficio, cada día surgen nuevas voces en la poesía.  Siempre habrá alguien que quiera "darse a conocer" y cuyo entusiasmo utilicen los traficantes del arte para darle valor a sus gestiones y a sus instituciones.  El círculo vicioso es la idea manipuladora de que si no se participa, la poesía va quedando relegada en los libros de las viejas bibliotecas.  Pero lo que si no es necesario es participar con las anquilosadas instituciones que ya tienen por norma descansar sobre el trabajo ajeno.   Hoy día las redes sociales y el universo del internet nos permiten "darnos a conocer" sin pedir permiso ni perdón.  Podemos hacer recitales en vivo con audiencias en decenas de países, podemos compartir nuestra poesía y gestionar o no que seamos retribuidos por ello.  Si vamos a trabajar gratis, que sea a nuestra manera, con nuestras reglas y si al ver que ya tenemos un público nos van a llamar, que consideren dentro de sus presupuestos una retribución del tamaño de la importancia y el valor que tiene la poesía en la vida de toda persona.


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11/23/2016 1 Comentario

Asesorías literarias

Desde hace más de un año estoy acompañando a varias personas en distintos procesos de escritura.   Es algo que había hecho esporádicamente y a manera de asesoría puntual, pero sin objetivos definidos, hasta que en una ocasión una persona me hizo ver que esperaba un acompañamiento para iniciar este camino profesional que constituye la escritura.

Esto me llevó a cuestionarme sobre mis propios procesos y encontré que me había tomado cerca de 20 años aprender y concretar la tarea comunicacional de la escritura y la elaboración de mi primer libro.  Ese tiempo parece largo y tedioso cuando se le mira desde el número de años transcurridos, pero en realidad - para mí - fue algo que ocurrió paulatinamente y sin la vista puesta en ello como una meta.  Es decir, yo comencé maravillándome por la escritura de otros y queriendo expresar algunas ideas, circunstancias o asombros que a veces me faltaban en los textos que leía.  Por esa razón, para mi la publicación de un trabajo no era una consideración.  Yo necesitaba nutrirme de todo aquello que caía en mis manos, ideas de las que me hablaban y de historias que me pasaban cerca.  De hecho, una vez que comencé un taller literario, mi única idea era escribir canciones.  

Quince años más tarde, luego de varios intentos por encuadernar mis trabajos y de compartir con la gente de aquel taller y de otros en los que participé también como tallerista, el poemario La virgen de la cueva se convirtió en un libro, casi al mismo tiempo que había decidido hacer una publicación numerada de cien ejemplares, llamada IndiGentes.     En el 2007 empezaron a circular estos dos trabajos, uno hecho por mi, de manera artesanal y con propósitos más de búsqueda, y otro que fue el producto de un concurso literario.

Un año más tarde, el poemario La casa rota ganaba el premio nacional de literatura y allí conocí al poeta cubano Roberto Manzano, quien me explicó aspectos de mi libro que yo había trabajado desde la intuición, pero que se habían notado como un proceso de creación de un libro y no de una colección de poemas.  Unos meses más tarde, en un curso de escritura que vino a dictar a Panamá, él explicó con mayor detenimiento qué significaba hacer un libro y por qué las colecciones de poemas o de cuentos no alcanzaban para publicar.

A partir de entonces empecé a trabajar más conscientemente en lo que ya había hecho uniendo retazos, consultando, aprendiendo entre lecturas y tertulias, escuchando a maestros de la literatura y meditando sobre los libros que me habían impresionado como lectora.  En el 2010 presenté al Premio Centroamericano Rogelio Sinán, el libro de cuentos De la puerta hacia adentro, el cual ganó y fue publicado por recomendación del jurado y en el 2011, por solicitud de la Editorial Casa de Poesía de Costa Rica, armé el libro Mujeres o diosas y lo consideraron para participar en el Festival Internacional de Poesía de Costa Rica.  

Ahora que miro hacia atrás, creo que el tiempo que me tomó fue necesario, tomando en cuenta que nadie me estaba guiando sostenidamente, sino que formé parte de procesos grupales llamados talleres literarios, cuyo ritmo era tan lento, como la variedad y cantidad de sus participantes, sus necesidades y el tiempo que otras obligaciones nos permitían para reunirnos o trabajar individualmente.  Sin embargo, la realidad de hoy es distinta.  Los estímulos literarios que se reciben son abundantes, se puede conocer la obra completa de un escritor por internet y se pueden escuchar conferencias fantásticas sin salir de la casa.  También se tiene interacción en tiempo real con gente que ya pasó por estos procesos y se conoce la historia de quienes ya murieron.

Lo anterior es una ventaja, pero también es una desventaja en cuanto a la capacidad de asombro, al proceso de estudio que se puede desarrollar y a otros muchos aspectos de los que la creación literaria se nutre.  Si se cree conocer a un escritor porque se le sigue en el twitter, una se puede quedar en la superficialidad del trabajo de una editorial, que está manejando la cuenta para crear fanáticos.  Conocer a quien escribe es otra cosa, aprender de ella, de sus procesos y de sus hallazgos es - por lejos - otra cosa muy distinta, que no ocurre muy a menudo.

Así que la siguiente pregunta que me hago es acerca de lo que significa acompañar a alguien en su proceso de escritura.  Hoy se usa la palabra "coaching" para muchos procesos que no lo son.  La traducción sería Entrenador, pero entrenar implica una especie de violencia e intervención en la conducta de un ser viviente.  Se puede entrenar a una mascota por métodos conductistas o a un deportista, diseñando un plan de ejercicios que le ayuden a desarrollar destrezas necesarias para triunfar; pero entrenar la vida o el talento literario, sinceramente lo pongo en duda.  Si creo, sin embargo, en que muchas veces necesitamos orientación sobre los pasos que necesitamos para lograr algo.  Hacerse acompañar de alguien tiene un valor enorme, en tanto que se busca la guía sin perder o dejar de valorar la experiencia propia.  

Yo prefiero acompañar, participar del proceso con esa persona, dejar que encuentre su voz, que diga lo que tiene que decir, que desarrolle algo distinto.  No necesito copias de mi, gente que escriba como yo, que tenga mis gustos o piense como yo.  La persona que se ha planteado escribir quiere hacerlo bien, validar sus creaciones ante la experiencia, pero seguir teniendo el control de lo que dice y cómo lo dice.  

Tal vez mucha gente no lo entienda, algunos creen que basta con mandarte un texto y pedirte que lo revises.  Esa es la fase final de un tramo. No es justo con quien lo lee, pues - a parte de ser una conducta abusiva cuando se hace con exigencias y apuros - se le encomienda la tarea de intervenir sin herramientas, casi como solicitar una cirugía de corazón abierto en una cabaña de playa.  

Con las personas que han trabajado conmigo en estos últimos meses y con quienes trabajé por años como un gesto de amistad, he aprendido mucho y espero seguir haciéndolo.  Una de esas cosas es que este acompañamiento tiene que hacerse como un trabajo, no como un favor.  Quien acompaña también necesita disciplina, horas de estudio y planificar lo que se hará para que sea un proceso exitoso.  Es un ejercicio que implica docencia desde la perspectiva del maestro y también del alumno.  Hacerlo como un trabajo es darle la importancia que merece.  Honrar a la persona que brinda este servicio es también un gesto de valoración de lo que ese trabajo significa.  Si bien lo hacemos con placer, nos angustia que sea un pasatiempo para la otra persona o un pretexto para conversar, mientras nosotras nos lo tomamos en serio.

Acompañar, entrenar o ser coach de escritura son - en todo caso - trabajos que requieren de un compromiso y que responden a necesidades de estos tiempos.  El tiempo de formación de los escritores varía ahora  más con el uso de la tecnología.  Se puede trabajar un texto en grupo sin necesidad de estar en el mismo lugar y también se puede conversar desde distintos países.  Los lenguajes también han cambiado y también hoy se plantea la fama como un paso previo a la tarea de escribir un libro.  Eso es otro tema que pasa por el tamiz de la calidad, la prueba del tiempo y la relevancia, así como la legitimidad de la obra. Cuando se trate de escritura literaria, la fama no garantiza el producto, pero en el caso contrario - como muchos saben - escribir bien no garantiza el éxito. Estudiar las tendencias, adecuar la voz propia al lenguaje en el que se quiere comunicar e interactuar con el presente, requiere también otras destrezas. 

Si estás pensando en dedicarte a escribir o si solamente deseas crear un libro, es importante que lo definas y lo plantees al inicio para que el objetivo se pueda ver más claro y este trabajo resulte más efectivo.  Busca a una persona con la que te sientas bien, que respete tus ideas y que sepa guiar sin imponer.  

¡Buena suerte!

Lucy
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    Autora

    Escritora, docente universitaria, traductora e investigadora.  También se ha desarrollado en el campo de la música y las artes escénicas de la mano de artistas y grupos artísticos como Clavo y Canela (2000), Trópico de Cáncer (2004), El Kolectivo (2012) Teatro Carilimpia (2014) y Mar Alzamora-Rivera (2015)

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