11/23/2016 1 Comentario Asesorías literariasDesde hace más de un año estoy acompañando a varias personas en distintos procesos de escritura. Es algo que había hecho esporádicamente y a manera de asesoría puntual, pero sin objetivos definidos, hasta que en una ocasión una persona me hizo ver que esperaba un acompañamiento para iniciar este camino profesional que constituye la escritura.
Esto me llevó a cuestionarme sobre mis propios procesos y encontré que me había tomado cerca de 20 años aprender y concretar la tarea comunicacional de la escritura y la elaboración de mi primer libro. Ese tiempo parece largo y tedioso cuando se le mira desde el número de años transcurridos, pero en realidad - para mí - fue algo que ocurrió paulatinamente y sin la vista puesta en ello como una meta. Es decir, yo comencé maravillándome por la escritura de otros y queriendo expresar algunas ideas, circunstancias o asombros que a veces me faltaban en los textos que leía. Por esa razón, para mi la publicación de un trabajo no era una consideración. Yo necesitaba nutrirme de todo aquello que caía en mis manos, ideas de las que me hablaban y de historias que me pasaban cerca. De hecho, una vez que comencé un taller literario, mi única idea era escribir canciones. Quince años más tarde, luego de varios intentos por encuadernar mis trabajos y de compartir con la gente de aquel taller y de otros en los que participé también como tallerista, el poemario La virgen de la cueva se convirtió en un libro, casi al mismo tiempo que había decidido hacer una publicación numerada de cien ejemplares, llamada IndiGentes. En el 2007 empezaron a circular estos dos trabajos, uno hecho por mi, de manera artesanal y con propósitos más de búsqueda, y otro que fue el producto de un concurso literario. Un año más tarde, el poemario La casa rota ganaba el premio nacional de literatura y allí conocí al poeta cubano Roberto Manzano, quien me explicó aspectos de mi libro que yo había trabajado desde la intuición, pero que se habían notado como un proceso de creación de un libro y no de una colección de poemas. Unos meses más tarde, en un curso de escritura que vino a dictar a Panamá, él explicó con mayor detenimiento qué significaba hacer un libro y por qué las colecciones de poemas o de cuentos no alcanzaban para publicar. A partir de entonces empecé a trabajar más conscientemente en lo que ya había hecho uniendo retazos, consultando, aprendiendo entre lecturas y tertulias, escuchando a maestros de la literatura y meditando sobre los libros que me habían impresionado como lectora. En el 2010 presenté al Premio Centroamericano Rogelio Sinán, el libro de cuentos De la puerta hacia adentro, el cual ganó y fue publicado por recomendación del jurado y en el 2011, por solicitud de la Editorial Casa de Poesía de Costa Rica, armé el libro Mujeres o diosas y lo consideraron para participar en el Festival Internacional de Poesía de Costa Rica. Ahora que miro hacia atrás, creo que el tiempo que me tomó fue necesario, tomando en cuenta que nadie me estaba guiando sostenidamente, sino que formé parte de procesos grupales llamados talleres literarios, cuyo ritmo era tan lento, como la variedad y cantidad de sus participantes, sus necesidades y el tiempo que otras obligaciones nos permitían para reunirnos o trabajar individualmente. Sin embargo, la realidad de hoy es distinta. Los estímulos literarios que se reciben son abundantes, se puede conocer la obra completa de un escritor por internet y se pueden escuchar conferencias fantásticas sin salir de la casa. También se tiene interacción en tiempo real con gente que ya pasó por estos procesos y se conoce la historia de quienes ya murieron. Lo anterior es una ventaja, pero también es una desventaja en cuanto a la capacidad de asombro, al proceso de estudio que se puede desarrollar y a otros muchos aspectos de los que la creación literaria se nutre. Si se cree conocer a un escritor porque se le sigue en el twitter, una se puede quedar en la superficialidad del trabajo de una editorial, que está manejando la cuenta para crear fanáticos. Conocer a quien escribe es otra cosa, aprender de ella, de sus procesos y de sus hallazgos es - por lejos - otra cosa muy distinta, que no ocurre muy a menudo. Así que la siguiente pregunta que me hago es acerca de lo que significa acompañar a alguien en su proceso de escritura. Hoy se usa la palabra "coaching" para muchos procesos que no lo son. La traducción sería Entrenador, pero entrenar implica una especie de violencia e intervención en la conducta de un ser viviente. Se puede entrenar a una mascota por métodos conductistas o a un deportista, diseñando un plan de ejercicios que le ayuden a desarrollar destrezas necesarias para triunfar; pero entrenar la vida o el talento literario, sinceramente lo pongo en duda. Si creo, sin embargo, en que muchas veces necesitamos orientación sobre los pasos que necesitamos para lograr algo. Hacerse acompañar de alguien tiene un valor enorme, en tanto que se busca la guía sin perder o dejar de valorar la experiencia propia. Yo prefiero acompañar, participar del proceso con esa persona, dejar que encuentre su voz, que diga lo que tiene que decir, que desarrolle algo distinto. No necesito copias de mi, gente que escriba como yo, que tenga mis gustos o piense como yo. La persona que se ha planteado escribir quiere hacerlo bien, validar sus creaciones ante la experiencia, pero seguir teniendo el control de lo que dice y cómo lo dice. Tal vez mucha gente no lo entienda, algunos creen que basta con mandarte un texto y pedirte que lo revises. Esa es la fase final de un tramo. No es justo con quien lo lee, pues - a parte de ser una conducta abusiva cuando se hace con exigencias y apuros - se le encomienda la tarea de intervenir sin herramientas, casi como solicitar una cirugía de corazón abierto en una cabaña de playa. Con las personas que han trabajado conmigo en estos últimos meses y con quienes trabajé por años como un gesto de amistad, he aprendido mucho y espero seguir haciéndolo. Una de esas cosas es que este acompañamiento tiene que hacerse como un trabajo, no como un favor. Quien acompaña también necesita disciplina, horas de estudio y planificar lo que se hará para que sea un proceso exitoso. Es un ejercicio que implica docencia desde la perspectiva del maestro y también del alumno. Hacerlo como un trabajo es darle la importancia que merece. Honrar a la persona que brinda este servicio es también un gesto de valoración de lo que ese trabajo significa. Si bien lo hacemos con placer, nos angustia que sea un pasatiempo para la otra persona o un pretexto para conversar, mientras nosotras nos lo tomamos en serio. Acompañar, entrenar o ser coach de escritura son - en todo caso - trabajos que requieren de un compromiso y que responden a necesidades de estos tiempos. El tiempo de formación de los escritores varía ahora más con el uso de la tecnología. Se puede trabajar un texto en grupo sin necesidad de estar en el mismo lugar y también se puede conversar desde distintos países. Los lenguajes también han cambiado y también hoy se plantea la fama como un paso previo a la tarea de escribir un libro. Eso es otro tema que pasa por el tamiz de la calidad, la prueba del tiempo y la relevancia, así como la legitimidad de la obra. Cuando se trate de escritura literaria, la fama no garantiza el producto, pero en el caso contrario - como muchos saben - escribir bien no garantiza el éxito. Estudiar las tendencias, adecuar la voz propia al lenguaje en el que se quiere comunicar e interactuar con el presente, requiere también otras destrezas. Si estás pensando en dedicarte a escribir o si solamente deseas crear un libro, es importante que lo definas y lo plantees al inicio para que el objetivo se pueda ver más claro y este trabajo resulte más efectivo. Busca a una persona con la que te sientas bien, que respete tus ideas y que sepa guiar sin imponer. ¡Buena suerte! Lucy
1 Comentario
Alfredo Belda
1/28/2017 11:26:33 am
gracias Lucy.
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AutoraEscritora, docente universitaria, traductora e investigadora. También se ha desarrollado en el campo de la música y las artes escénicas de la mano de artistas y grupos artísticos como Clavo y Canela (2000), Trópico de Cáncer (2004), El Kolectivo (2012) Teatro Carilimpia (2014) y Mar Alzamora-Rivera (2015) Archivos
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