11/4/2023 0 Comentarios Mi pueblo y sus luchasPequeña como se ve, la tierra en la que crecí tuvo la suerte buena y mala suerte de haber emergido hace más de diez millones de años en medio de dos océanos: el Atlántico, por el cual llegaron los aventureros de Occidente en el siglo XV; y el Pacífico, la joya más importante que encontraron en su búsqueda de fortunas para revivir la economía del viejo continente. Esta condición de istmo la ha tenido constantemente en la mira de exploradores, piratas, corsarios y comerciantes que no han perdido tiempo en ponerla a trabajar sin tregua para sus intereses personales y con poco interés por sus pobladores, ya sean estos de la flora, la fauna o de los asentamientos que la forman. Desde cualquier punto de vista, Panamá, Banabá o como la llamen, siempre fue el camino y el destino del comercio mundial.
Vivir aquí es un constante deseo de arraigo, un asombro niño ante tanta biodiversidad, y a la vez una tensión constante tener que defender lo que no tendría que ser motivo de discusión. Y es que como a todos los pueblos del continente, nos tocó pedir permiso en casa propia, hacer revueltas para convencer a los europeos de un derecho indiscutible de soberanía y pagar con creces por el “atrevimiento” de reclamarnos libres en la tierra que bien les recibiera de visita. A tantos kilómetros de distancia y un mar de por medio, los gobiernos europeos pretendían reinar para siempre, inyectando la idea de un dios que todo lo ve menos el abuso, y socavando nuestro suelo a punta de pólvora. Eso y todo lo que chorreaba de sus ideas de superioridad racial, como que nos hizo odiarnos sin entender que éramos solo el reflejo de los siglos de traumas y absurdos. Ya casi a salvo de los ilógicos dominios ibéricos, nos vimos con el enemigo adentro. Por un lado, los criollos, convencidos de haber ganado un derecho por herencia y, por el otro, la maldición del Destino Manifiesto, una suerte de invento delirante que no deja espacio a la discusión, porque también —según ellos— les viene de este amigo de ellos, Dios, que dice que el poder les queda bonito justo a ellos, a los gringos. Entonces, y desde entonces, toda empresa que pisa el istmo, se siente como obligada a llevarse un pedazo, ya sea en oro, en rentas o en cualquier mineral que les sirva para ganarse un lugar en el mundo. No queda títere con cabeza cuando una jauría de “inversionistas” nos sonríe bajándose del avión, porque no hubo consorcio que nos quisiera bien, ni porque acá regalamos hasta los dientes cuando nos enamoran. Mi pueblo ha tenido que luchar para sacar tantas ratas, que el trepa-que-sube siempre nos agarra cansados y se nos meten por la otra puerta. Lo que pasa es que entre infiltrados y bucaneros siempre se entienden y las negociaciones cuando una las revisa, estaban amañadas por la mano tenebrosa de alguien de adentro. Independencia, Separación, Tratados Hay-Bueneau Varilla, Torrijos-Carter, TLC (todos, sin excepción) o Ley de Minería, todas tienen en común algún negociado que se escondía bajo la afable sonrisa de sus negociadores. La cuestión es que no hay manera de echar a andar un país sin la intervención de intereses económicos y geopolíticos que busque extraer ganancias exageradamente. Hoy, el enemigo se llama minería a cielo abierto. Varias son las empresas que, como First Quantum Minerals, no se quieren ir hasta que no saquen hasta el último pedacito de riqueza que sea posible. Lo que pasa es que nuestros gobiernos, a quienes contratamos para que administren nuestros recursos, actúan como traidores. Pero no es el único enemigo y el problema es que no hemos sido informados de cuántos consorcios internacionales tienen su mano metida en nuestra tierra. Las apuestas corren por el agua, por la vía interoceánica, por el corredor mesoamericano y por la vanidad de comprar islas y costas en el paraíso tropical y financiero de setenta y siete mil kilómetros cuadrados que piensan que está lleno de empleados de bancos y meseros para servirles coctel de camarones y whisky. Ya no se requieren armas, ni barcos piratas (aunque los siguen enviando para sacar minerales), porque el dispositivo de control está entre nosotros. Acuerdos que benefician individuos, pagos que recorren las rutas invisibles en otros paraísos fiscales, beneficios que son inconfesables, promesas de otros negocios con los que estos mequetrefes se volverán millonarios en silencio, mientras nuestro pueblo pelea en las calles para reclamar apenas lo que sabe que está mal, mientras unos contra otros nos odiamos porque creemos que es más importante pasar por una calle que hacer valer nuestros recursos; todas estas maneras de saquearnos han superado en creces los cañones piratas y la pólvora con la que nos disuadieron para fundar ciudades en tierras ajenas. Por eso digo que tuvimos esa mala suerte de vivir en una tierra que surgió de las aguas, pero también sé que tuvimos la suerte de ser testigos de millones de años de evolución y especies endémicas, de recursos naturales impresionantes, de climas diversos y de poblaciones fuertes, cuya sabiduría es la de la tierra misma. Tuvimos la suerte de que quienes llegaron esclavizados, encontraron espacio en nuestras montañas para el cimarronaje; que quienes llegaron a buscar una mejor vida, pudieron lograrla gracias a la generosidad de quienes aquí sabían de agricultura, de medicina ancestral y de solidaridad. Tuvimos la suerte de que por muchos años, el abandono de los gobiernos dejó que crecieran flores y frutos donde nadie miraba. No tendremos la mejor educación, pero si una sensibilidad impresionante para ayudar al otro y por eso algunos pretenden abusar; no tendremos la mejor tecnología, pero nuestras manos saben crear, reparar y procurarse alimento aunque las tiendas se vacíen. Puede que a Panamá le falten gobernantes honestos, pero le sobran niñas y niños con ilusión de vivir y amar, le sobra alegría y amor, está repleta de dirigentes que dedican una vida a luchar, de educadores que trabajan con las uñas para que sus estudiantes aprendan a defenderse en el mundo, de madres y padres que cuidan a los suyos y de hijas e hijos que volvemos siempre a casa para un abrazo. Si, tenemos la buena y la mala suerte, pero más que nada se trata de la decisión de hacer valer el privilegio que nos dio la vida, de sobreponernos al miedo y a la decepción para reclamar justicia, porque cada vez que un gobernante nos traiciona, nos quita décadas de avances científicos, pedagógicos y sociales. “No es la moda de llamarnos tercos”, como decía la poeta Diana Morán, sino la conciencia de ser custodios de una tierra inmensamente rica, estratégicamente ubicada y poblada por una variedad de migrantes de casi todas las esquinas del mundo, que solamente queremos cuidar esta tierra y vivir dignamente.
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7/4/2022 0 Comentarios La experiencia del e-bookLa tecnología no deja espacio a la excusa. Desde hace ya varios años venimos presenciando importantes cambios en la industria editorial, cinematográfica y musical, entre otras. Ya no es necesario que una disquera acepte a un músico, ni que se deba hacer un álbum para acompañar a un éxito. Tampoco es importante negociar con una distribuidora para lanzar una película o con una editorial para publicar un libro. Hay plataformas para todo, y han evolucionado tanto en la forma en que las podemos utilizar, que en cuestión de minutos, logré colocar un libro a la venta y esta mañana cinco personas lo habían comprado sin siquiera meter una publicidad.
En efecto, esta facilidad tiene su lado peligroso, y es que si antes había gente con dinero que se auto-publicaba sin el menor pudor a presentar una porquería, hoy lo puede hacer también alguien de pocos recursos y gran ego. Las redes sociales están llenas de pseudo-poetas o de personas con buenos celulares que ya tienen su propio "canal de contenidos" y viven de eso. De hecho, podría decirse que los públicos de las redes sociales tienden a preferir contenidos ligeros, carentes de técnica, pero hartos en situaciones hilarantes que les hagan olvidar por unos segundos el estrés y la crisis económica. Es un viraje en el sentido de los medios de comunicación, en los cánones del arte y en la propia economía. No obstante, hay algo en el medio. Después del sacudón, los artistas que dejan de pelear con las horas que consume el mundo en videos graciosos, tweets efectistas y culos meneando cinco pulgadas de tela y dos kilos de oro, pueden empezar a plantearse usar la tecnología para facilitar la difusión de sus trabajos. Entendiendo que lo digital es efímero, pero deja una impronta de vigencia, es necesario evaluar si el camino que hemos hecho hasta ahora es el que nos llevará a poder plantear nuestro trabajo de manera digna y libre. No digo que le falte valor al trabajo editorial. Personalmente, siempre quise trabajar con alguien que hubiera estudiado y se dedicara a hacer libros, porque lo mío es escribir. Lo que me impacienta es lo difícil que es encontrar un editor y luego entender sus intereses, sus tiempos y sus elecciones. Digamos que el camino está trazado de una forma en la que la última en recibir un retorno es quien escribe. Cuando un libro sale a la venta, hay como diez personas esperando pago antes que su autora. Y si la decisión editorial fue imprimir pocos ejemplares, quedará en un gran esfuerzo que se diluye como por falta de oxígeno. Y yo miraba el otro día que hay miles de libros digitales y que yo misma los leo, que no me da pena acumularlos en la casa y mucho menos un ataque de sinusitis. Entonces me decidí, agarré un libro en el que trabajaba hace un rato, que ya lo había discutido con mi asesora literaria y sin mayores complicaciones, hice mi cuenta de autor, abrí mi plataforma y mandé mi libro. Ya les contaré cómo es eso, pero promete hacerle llegar en versión digital o impresa el libro a quien quiera en este mundo y mandarme a mí, lo que yo pida por el trabajo realizado. 9/28/2021 0 Comentarios Maleta abiertaSiempre me pregunté qué era eso tan importante que mi hermana guardaba en sus maletas, por qué no era capaz de salir un día con un bolsito de mano y descansar del peso de sus pertenencias. El día que se desvaneció en la universidad, sus colegas le entregaron dos maletas a mi hermano. Con los días empezamos a revisar y era abrumadora la cantidad de cosas que atesoraba. En ese momento, no tenían sentido, como tampoco tenía sentido aparente lo que después encontramos en su habitación en la casa de mi hermana o en su departamento, en el que ya no vivía, pero a donde iba a refugiarse entre sus santos.
Durante los primeros meses de la pandemia del 2020, el duelo por su muerte me dejó en estado de tristeza, porque a pesar de que en sus últimos meses, se la veía que ya no quería vivir sin moverse, sin controlar sus cosas y ordenar su vida, no es lo mismo saber que ya esa persona no volverá siquiera a mirarte a los ojos. Sin embargo, después, a finales del 2020 retomé el trabajo de ordenar sus cosas, de vaciar el apartamento y salvaguardar lo mas valioso de su legado. No sabía yo que me iba a encontrar con mucho más. Tenía en su haber, la historia de lucha de su generación y el compromiso de hacer del arte una voz contra la opresión. Ahí empezó un libro que fue tomando forma de la mano de la Editorial Descarriada, para contar a mi hermana, a sus preocupaciones y a su quehacer artístico y social. El 2 de octubre saldrá a la luz La Oveja Negra de mi familia, una biografía de Vielka Chu. Abierta la maleta, comparto lo que me enseñó una de las mujeres más influyentes de mi vida, a quien debo la posibilidad de ser artista y el legado de toda una generación de hermosas luces de colores que brillan juntas y cada una por su cuenta. 6/14/2020 0 Comentarios desde el refugioEn estos días, las paredes del apartamento son el refugio. Una puerta me separa de la locura de estos días, en los que - como en una pesadilla - el mundo se ha vuelto un lugar incomprensible. Cientos de ojos pululan por las calles, entran a los supermercados y transitan por las vías en los contados autos que circulan. Los rostros cubiertos por mascarillas de colores comunican la angustia de la incertidumbre. Yo ni siquiera hablo cuando salgo. Me limito a caminar (no tengo auto) y a elegir con premura lo que necesitamos en casa para sobrevivir.
Quién hubiera dicho que desde la noche buena del año pasado, desde la ventana del Hospital Oncológico, acompañando a mi hermana en lo que serían sus últimos dos meses de vida, lo que miraba era un futuro en el que iban a faltar tantas personas. Son cuatrocientos treinta y seis mil doscientos cincuenta y siete fallecidos hoy, a causa de complicaciones por el Covid-19. El 26 de enero fallecía en un hospital de Buenos Aires mi suegro, Aldo. Llevaba casi un año luchando con las consecuencias de un accidente cerebro-vascular y un mes más tarde fallecería mi hermana, Vielka. Una coincidencia bastante inverosímil nos mantuvo a mi pareja y a mi en situaciones similares por casi un año. En el caso de mi hermana, se trataba de un tumor agresivo que crecía en su cerebro a pasos agigantados. Glioblastoma Multiforme Grado 4, es un diagnóstico que conozco desde Septiembre de 2019, cuando en la sala de neurocirugía de la Caja del Seguro Social, un médico nos anunciara el fatal resultado de la biopsia. La vida nos estaba haciendo pasar por situaciones similares, en las que no podíamos comunicarnos con esas personas que habían cuidado de él y de mi desde que nacimos. Habíamos iniciado un duelo profundo, con tiempo suficiente para despedirnos, pero sin saber quién estaba del otro lado. El 29 de febrero de 2020, a las 2:15 de la tarde mi hermana dio su último suspiro, luego de escuchar un mensaje de voz de mi hijo, su ahijado, despidiéndose de ella. Era el final de meses de hospitales, ambulancias, médicos, exámenes, quimioterapia y muchísimos pasillos y salas de espera. Fue tal vez uno de los últimos sepelios de este año. Más de doscientas personas nos reunimos en el Jardín de Paz, para despedir a la gran Vielka Chu. Cuando bajaba el ataúd, sonaban los tambores del músico que fue su compañero por años, de sus alumnos de Bellas Artes y resonaban los pasos de baile de dos de sus alumnas de danza moderna y contemporánea. Los días que siguieron estuve con mi hijo, hasta que decidió viajar a la isla donde vive. Recuerdo haberlo dejado en un bus el 10 de marzo a las 6 de la tarde. Caminaba por la terminal con la sensación de que la vida era una sucesión de eventos a los que reaccionaba casi que instintivamente, como un boxeador sin plan, que solamente se dedica a evadir golpes de la mejor manera posible, con el único objetivo de no caer a la lona. Algo dentro mío quería tiempo para pensar un poco y descansar. Se terminaba el primer trimestre del año y no había podido disfrutar de mis vacaciones. La muerte de mi hermana había sido apenas el salir de un periodo de diez meses de incertidumbre y agonía. Eran las 6:35 de la tarde y mi hijo había partido, pero tenía planes de visitarlo en unas semanas, antes de iniciar el semestre universitario. A sus quince años, empezaba a viajar solo y yo quedaba un poco a la deriva respecto a su vida. Ya no me necesitaba y tenía la sensación de que me estaba diciendo adiós como su cuidadora. No sabía si caminar hacia el andén de los trenes, tomar un autobús hacia mi casa o a casa de mi hermana mayor, donde probablemente estarían mis otros hermanos reunidos. Caminé hacia el centro comercial para intentar encontrar algo en una tienda de regalos. Di un par de vueltas entre los anaqueles y de pronto vi algo que aun no supe entender. Las tres empleadas y el gerente miraban la televisión en silencio. La voz del reportero repetía “Es el primer caso de Coronavirus en Panamá”. Sigo pensando que ese anuncio tenía algo de irreal, y eso fue quizás lo que me hizo salir de la tienda, como para no contagiarme de lo que pasaba en los rostros de las vendedoras y el gerente. Les dejaba en otra realidad y yo decidía seguir en la normalidad, o - más bien - en lo que pensaba que debía ser la realidad, a lo que creí estar enfrentando. Recuerdo entrar en una tienda más grande, donde la gente danzaba en medio de vestidos y zapatos. Los colores eran como un sueño y - por un momento - imaginé realidades de distintos colores. Pensaba que podía elegir de qué color quería vivir y que habrían ropas y zapatos que determinaban cuan rosa o verde quería estar. Recuerdo tener una pijama gris en la mano cuando sonó mi teléfono. Lo busqué rápidamente, pensando que mi hijo podría necesitar alguna cosa, pero al ver la pantalla supe que llamaban de casa de mi hermana. Me esperaban para cenar y estaba de cumpleaños mi sobrina. Cuando colgué, me decidí por el pijama que tenía en la mano y lo hice envolver para regalo. Nunca supe por qué tuve ganas de regalarle una pijama. Me gustaban elegir ropa de dormir. Estaba cansada. Ahora lo miro como un presagio de interminables días usándola. Ya en el camino, en el taxi, había muy poco tráfico y llegamos en unos minutos. Me recibieron caras de cansancio y algo expectantes por los noticieros. Cené escuchando versiones de lo que pasaba y nos despedimos sin saber que no volveríamos a reunirnos en mucho tiempo. Continuaré... En septiembre de 2018 participé en un recital de poesía y música, organizado por el poeta Martín Testa, quien dirige la oficina de Fomento de la educación ambiental de la Autoridad del Ambiente y por la profesora Tatiana Bernal, docente de la Facultad de Arquitectura. Compartí escenario con la gran poeta Consuelo Tomás y con los músicos Domingo Muñoz y Osvaldo Jorge. El trabajo audiovisual, que añade contenido al registro es una realización de Hernán García.
Recientemente, el profesor Rafael Ruiloba, catedrático de la Universidad de Panamá, realizó varios ensayos sobre el estado de la poesía panameña actual escrita por mujeres, entre los cuales escribió este que a continuación les comparto y que habla sobre su visión de mi trabajo poético en los últimos diez años. Lucy Cristina Chau o la nueva resurrección de Alcestes. por Rafael Ruiloba En la mitología griega Apolo le da al rey Admeto por arte de birlibirloque dos dádivas propias de la divinidad: el amor de la mujer más bella de Grecia, Alcestes, y ser inmortal, si alguien moría por él. Pero ni su padre, ni su madre en el lecho de muerte aceptaron; tampoco los soldados moribundos en el campo de batalla. Solo su esposa Alcestes acepta morir por él por amor. Y como él solo quería su cuerpo ella termina en el infierno por nada. Heracles la rescata y cuando ella regresa, es otra mujer porque cambia su conciencia. Según el trágico griego Eurípides en su obra Alcestes la tragedia de la mujer es el matrimonio sin amor, pero Alcestes se niega a aceptar la normalidad síquica de la mujer sometida debe transformarse en otra, para liberar su conciencia y no tener la normalidad como enfermedad psíquica. Estas metáforas caracterizan la poética de Lucy Cristina Chau, donde el cuidado del yo personal se integra a una ética de la existencia estéticamente cultivada en su poesía. Esta ideología encarna una respuesta poética al desafío psicológico de las mujeres modernas en una época, donde como dice Zigmunt Bauman, en El Amor Líquido, "el compromiso y la obligación de estar allí han desaparecido". Por eso para ella la casa está rota, la cama nupcial congelada, las mudanzas desarraigan el alma y hay que reparar la conciencia contra el desencanto para no caer en el nihilismo. Pero Lucy va más allá, ahora tiene que reparar la fe, la verdad, el amor y el sentido de la vida. Esta es la intención de su poesía. La poesía es la gota que traspasa la piedra. En Rencor Express escribe “Ha estado en tu casa/ conoce a tus hijos/ ya respiró tu aire/ y te odia./ Mañana volverá/ completará el mapa / de tu debilidad/ no te podrá perdonar/ y se irá a su casa / sin saber ya cómo llegar a ser tú /despedazándose/ en la agonía de tu nombre/ y su falta de apellido formal. Ha pisado tu casa/ cree conocer a tus hijos/ ya respiro tu aire/ y te odia/ Esto quiere decir que ella no se hace ilusiones, con un reciclaje amoroso porque no quiere pagar la módica suma de 10 años de vida para liberarse de una mala relación. Sus poemas, situados en el territorio de la puerta cerrada, en lo íntimo hogareño, en los instantes emocionales que son hitos en la vida, no tienen un saco para repartir nostalgias porque su poesía no tiene pasado, ni futuro, solo presente. Ubicada en ese instante áspero del desahogo de la siempre niña que es, se dedica a restañar las heridas de la vida para reconstruirse cada día; para sacarse con la navaja de la ironía las falsedades morales que inutilizaron su vida. En su poesía hay una religiosidad encubierta, en confesiones, misas, altares, diosas, miedo a lo desconocido porque como no tiene muletas psicológicas con su poesía tiene que reconstruir su fe en sí misma cada día. De allí nace su franqueza sin fingimientos, su personalidad sin máscara, sus deseos sin engaños; su presente sin lágrimas y una pequeña dosis de soledad como estoicismo creativo. Así podemos caracterizar ese libro electrizante que es La Casa Rota. En su poema Misa escribe “Somos seres sin fe / abarrotando la iglesia de la esquina/ somos aliados del mal/ robando hostias a punta de lengua/. Somos demonios confesos/ portadores del encaje y la herejía/ En el pecho cruces de neón/ en la cara envidia/ y en la vida/, en la vida/ en la vida/ jamás hemos pedido perdón sin prisa/. No hay mejor descripción de la modernidad como hipocresía. Por eso ella por medio de la poesía limpia su alma de las impurezas de su yo puro y desolado. Quita la hipocresía, la doble moral y en cada uno de sus poemas su discurso hace el viaje de la desolación a la esperanza. En medio de esta se oculta la paradoja de la vitalidad renovada. Porque reacciona frente al horror de la vacuidad, frente al sin sentido de los valores de la cultura asignada a las mujeres como parte de la programación cultural de la normalidad inútil. Tal como lo describe en su poema “Y creí que era justo” para describir la falsedad de valores. Por eso como Alcestes, Lucy Cristina Chau regresa del infierno de la vida convencional y se ve obligada a reconstruir su conciencia. Esto reedita un viejo mito de la poesía de Vanguardia. Sinán lo trata en Saloma sin sal o mar donde describe el proceso psicológico por medio de cual dejó de ser Bernardo Domínguez Alba para ser Rogelio Sinán. Lucy en La Casa Rota nos deja entrever como se transformó en la poetisa Lucy Cristina Chau. En Mujeres o diosas la ironía supera el desencanto, clava su sarcástico arpón en la vida cotidiana de los valores muertos, donde el lucido mandoble del laconismo hace que el poema se extienda en lo no dicho para entablar el Judo moral contra el sin sentido de la vida y esta es la paradoja que hay en todos sus poemas, sobre todo en Altar. Los valores de la vida familiar lactada como tradición familiar fue más bien un fenómeno “natural”, basado en la división convencional de los papeles de la mujer, pero para ella la vida va por otro lado “Si no hay otra verdad usaremos la misma”. Dijo en La Casa Rota y el libro Mujeres o diosas es el compendio de las nuevas verdades. Por eso su libro asperja desilusión y construye esperanza. Anima su soledad con el sarcasmo al hacer evidente el sin sentido. Esas son las razones de la sin razón que tiene que sacar de su vida; estos son los falsos ideales que tienen que limpiar de su conciencia con su poesía. Ella no apela al consumo idealista del amor o al de las virtudes ecuménicas de un manual para el reciclaje amoroso, ni escribe una poesía esencialista sobre juventud, vitalidad, amor o belleza; su poesía es la piedra del desencanto cuya onda escalda la vida con su eros de hogar. Su poesía es el festejo de la ironía; es fiesta contra el luto, terapia contra los reveses, llama de erotismo velado contra el sofoco de las ansias, procesión de penas llevando en andas su angustia para desecharla; antífona de la ironía, trino de su verdad amarga. Por eso Lucy Cristina Chau por medio de su poesía refunda los valores de una existencia nueva como mujer libre. Su poesía busca la regeneración radical de la quimérica normalidad que tienen como manager la moralidad hipócrita y sus acólitos falsarios. ¿Cómo puede una mujer tener la capacidad de reconstruir su vida cuando los valores de la normalidad no significan nada en una sociedad amoral, signada por la precariedad de los vínculos humanos, o por los espasmos de una proximidad virtual que instituye modos de vida cuyos valores están gastados? Como hacerlo sin ser la viuda del ex marido, sin buscar refugio en una gárgara de amantes o ahogar su conciencia en subterfugios religiosos o en muletas sicológicas del sacrificio o la inconsciencia de sí. La solución es una poesía como ética. Donde se recupera a si misma aferrada a los valores de lo femenino. De esta manera ella conjura estas puertas falsas de la soledad con la ética de la mujer libre, para renacer cada día como Alcestes siendo Lucy Cristina Chau.
Hace unos días recibí un mensaje de Carlos Augusto Corrêa. Es cronista, ensayista y poeta brasileño. No sabíamos el uno del otro hasta que un amigo suyo compartió uno de mis poemas en su cuenta de facebook. Se trataba de "Punto de ebullición", un poema del libro La casa rota (2009), que forma parte además de la antología Ciencia y Poesía en Panamá (2011), con la selección de Isabel Herrera de Taylor.
Alentado por la curiosidad, Carlos decidió preguntarme si tenía más textos, pues nunca había oído hablar de mi. Intercambiamos mensajes por espacio de una semana, lamentando un poco la escasa accesibilidad de textos de autores panameños en otros países del continente, pero con la firme disposición de ayudar a la difusión. De alguna forma llegamos a vincular las luchas socio-ambientales a la literatura y ello provocó que el hiciera una crónica pequeña sobre la hondureña Berta Cáceres y su similitud a Chico Mendes. Toda esta correspondencia estuvo fluyendo en dos idiomas, cada quien con el suyo. De manera que hace un par de días, Carlos me regaló estas palabras, que también fueron cuestionamiento para mi en varios sentidos, entre ellos ese donde se rompen las barreras del idioma por la curiosidad de juntar las piezas de este juego en el que estamos participando con nuestras vidas. "Chão de Praça Carlos Augusto Corrêa Lucy Cristina Chau e A Negra A poesia muitas vezes se volta para a cidade, para o mundo como um todo e mostra a inquietação do poeta com os fatos que ele vivencia. É quando o autor não se conforma com os dramas políticos e sociais de seu tempo e cria no poema uma realidade que se opõe ao que existe como rotina. Foi este o caminho percorrido por um Brecht, um Maiakovsky, poetas que viraram as costas para o marasmo de uma época e buscaram na arte um espaço de convivência maior entre os homens. Fundaram uma obra poética que funcionou como uma espécie de comuna poetizada. Por falar em poesia, ando muitas vezes aqui no Face lendo poetas, sobretudo das novíssimas gerações e em certos momentos me surpreendo. Outro dia o professor Oswaldo Martins em sua coluna de poesia me enviou o texto de uma poeta panamenha, Lucy Cristina Chau. O título: ponto de ebulição. Li e a primeira impressão (dizem que é a que fica, mas nem sempre) foi de uma escritora concisa, de imagens lúcidas e bem colocadas. Então, o cronista aqui - que já comentou muito sobre poesia na imprensa oficial - quis ler mais um e outro de Lucy. Nova surpresa. Bati os olhos num poema intitulado A Negra e em outro intitulado Tanto. Senti logo estar ao lado de uma poeta de muito boa estirpe. Abelhudo que sou, mas em termos profissionais, procurei a biografia e verifiquei ter a poeta intensa atividade artística . Em 2006 ganhou um Prêmio Nacional de Poesia Jovem Gustavo Batista Cedeno em 2006. Dois anos depois veio outro também de poesia: Prêmio Ricardo Miró. E desde 2010 coorganiza o Festival Internacional de Poesia Ars Amandi, no Panamá. Isto é o mínimo do mínimo que posso adiantar sobre esta moça talentosa com vida artística, como veem, bem desenvolvida em seu país. Hoje vou deixar de lado o seu poema Tanto, muito eficiente, por sinal, pra tecer algumas considerações sobre o texto A Negra. A propósito, conversando aqui com Lucy, ela me disse que o tinha composto há sete anos. Mas às vezes, e ela sabe disso, aquilo que sentimos não ter mais muito a ver com o que pensamos da linguagem hoje, é justamente o que mais atrai o ouvido de um leitor. A Negra é um texto atual. "Hay una negra detrás de mis anos/ que mueve mis caderas quando bailo." Por esses versos iniciais essa atualidade é visível.Lucy assume o mundo da negritude, a ponto de uma negra, no segundo verso, mover parte de seu corpo quando dança. Verso de uma sensualidade, prova de sua identificação com a boa raça. Leio o poema e não me prendo só ao seu significado imediato. Claro que não. Vou me lembrar de imediato do colonialismo hispânico e do brasileiro que mantiveram o negro em condições subumanas. Foi dura a escravidão na América Espanhola que, segundo informa a pesquisa da Universidade de Emory em Atlanta, levou para lá 4,8 milhões de negros africanos. Foi uma escravidão que provocou rebeliões como a do Peru, a do sul do México. Um escravismo intolerável que causou a formação dos quilombos na Colômbia e Venezuela. A história registra que esse período trágico da humanidade (que veladamente ainda persiste no mundo) provocou no Haiti uma revolução sangrenta e pôs no poder líderes negros. Um poema como A Negra convida o leitor a fazer o mesmo que Lucy: identificar-se com a luta do negro, buscar a valorização de suas raízes. Induz o leitor a sentir que nossa história de latinos tem uma grande gota de sangue negro, e disto não podemos NUNCA nos envergonhar. Nessas três estrofes de versos entre nove, dez, onze, doze sílabas , enfim em versos livres mas bem controlados, não há quem não se comova com o drama humano motivado pela escravidão. Não se trata de uma identificação ingênua diante de um texto sentimentalóide. Não. Longe disso. Esse texto de denúncia refinada faz suscitar em nós um protesto sutil. Prestem atenção. A mistura do feitiço, do tambor, dos ritmos africanos, do ashé, com o corpo da poeta e no fundo com o do leitor significa identificação. É identificação a presença da mãe dizendo que era branca e súbito viu nascer a negra. Estou feliz de estar apresentando ao público desse nosso patropi um pouco da vida e da obra dessa poeta nova e que já é festejada em seu país. Mais: é uma criadora que tem consciência de seus recursos e sabe como é importante para um poeta trazer os grandes temas para um texto artístico". Ahora me toca a mi averiguar un poco sobre este poeta de la generación de la década del setenta, y aunque seguramente deba leerlo en portugués, ya presiento que habremos roto las barreras del idioma en esta plaza abierta que es la internet. 12/29/2016 2 Comentarios Valorar a la poesíaSi es de la gente que piensa que la poesía es un pasatiempo para románticos, seguramente no se ha detenido a observar cuántas cosas alrededor suyo tienen poesía. Incluso los anuncios comerciales de esos productos que compra irracionalmente usan poesía para llegar al mismo centro de su cerebro donde se toman las decisiones. La poesía tiene que ver con el deseo, con la expresión de lo que nos falta y es allí donde reside la magia de la mercadotecnia, en el deseo y la carencia de lo lejano. Como una de las bellas artes, la poesía es la expresión más sublime del ser humano. Sir Ken Robinson, un inglés experto en educación, señala en su conferencia sobre educación y creatividad que el arte despierta el pensamiento divergente y es un estímulo tan grande para el cerebro, que despúes de una exposición a cualquier forma de arte, el individuo toma mejores decisiones en los negocios y está mejor preparado para aprender sobre cualquier materia. En los países desarrollados el arte en todas sus formas juega un papel escencial. Los centros educativos dedican gran porcentaje de su tiempo y recursos a desarrollar el arte en sus estudiantes, ya que reconocen su potencial educacional. Las empresas siguen la misma línea y las ciudades destinan espacios importantes dentro de las urbes al disfrute de obras de arte, desde la plástica hasta la performática, sin olvidar la poesía, por su exquisitez y alto valor intelectual. Si otorgamos valor a lo que nos produce ganancias, el arte debería ser la inversión primaria. Las ahora llamadas industrias culturales mueven el mundo. Existe muchísimo movimiento económico en torno al arte. Cada vez que hay un evento artísitico ganan las petroleras, el transporte público, el transporte selectivo, el licor, la industria de la ropa, del calzado, los restaurantes, las farmacéuticas, la economía informal, la papelería, las redes sociales, y si continúo con la lista, se podrá observar cómo el arte es un motor de la economía valorado en países con visión clara. Si quiere hacer el ejercicio, piense en todas las actividades que realiza cuando planifica asistir a una actividad artística. Sea honesto y verá que gasta más que la entrada. Sin embargo, a la hora de hablar de la poesía, pesa mucho el prejuicio. Se piensa de la poesía que su brevedad y su historial lírico le restan fuerza a su capacidad de seducir audiencias. De hecho, hay simpatizantes y amantes de la poesía que jamás asisten a recitales o presentaciones de libros. Incluso hay poetas que nunca atienden la convocatoria a recitales de sus colegas, mucho menos si son de nuevas generaciones. Rechazan, sin derecho a réplica, la oportunidad de escuchar de viva voz de sus creadores una poesía que normalmente tiene dificultades para ser conocida, pues en la industria editorial lo primero que sufre es este género. Pasa también que los poetas hemos asumido que debemos regalar nuestro trabajo. ¿Cuántos libros de poesía no se regalan en eventos literarios, aún cuando su costo de impresión no ha sido cubierto? Se cuentan con los dedos de una mano las veces que en un evento sus organizadores reservan pago para poetas. Normalmente hay presupuesto para los del brindis, para las boquitas, para alquiler de sillas, equipo de sonido, luces y hasta para pagar a personas que nos dicen donde sentarnos, pero si un poeta pasa a leer en esa actividad, lo hará por "darse a conocer" y se irá a su casa habiendo gastado en transporte, en comida y probablemente hasta en imprimir material. Ese día asumirá la pérdida por "darse a conocer" , sin caer en cuenta que no importa cuántas veces "se dé a conocer", siempre seguirá siendo llamado a leer sin pago, sin siquiera reconocer sus gastos para llegar hasta ahí. Lo más gracioso - como para reírse de la desgracia - es que el público suele disfrutar de la poesía y rememora lo bueno de un evento por la participación poética que nadie quiso pagar, y terminan contactando a esa persona para leer en otros eventos "como una colaboración" para cualquier institución que sí sabe dar valor a otros elementos del mundo del arte. Una de las más graves omisiones a este respecto las suelen cometer en las instituciones estatales, el Instituto de Cultura o los departamentos de cultura de cualquier estamento o centro educativo. Suelen invitar a los poetas a compartir y les dicen alegremente que no alcanza el presupuesto ni para los viáticos. Es decir, arman un evento en torno a la poesía y se les olvida considerar a los poetas. Sería como armar un viaje al espacio y decirle a los astrunautas que no se les paga. Como en toda profesión u oficio, cada día surgen nuevas voces en la poesía. Siempre habrá alguien que quiera "darse a conocer" y cuyo entusiasmo utilicen los traficantes del arte para darle valor a sus gestiones y a sus instituciones. El círculo vicioso es la idea manipuladora de que si no se participa, la poesía va quedando relegada en los libros de las viejas bibliotecas. Pero lo que si no es necesario es participar con las anquilosadas instituciones que ya tienen por norma descansar sobre el trabajo ajeno. Hoy día las redes sociales y el universo del internet nos permiten "darnos a conocer" sin pedir permiso ni perdón. Podemos hacer recitales en vivo con audiencias en decenas de países, podemos compartir nuestra poesía y gestionar o no que seamos retribuidos por ello. Si vamos a trabajar gratis, que sea a nuestra manera, con nuestras reglas y si al ver que ya tenemos un público nos van a llamar, que consideren dentro de sus presupuestos una retribución del tamaño de la importancia y el valor que tiene la poesía en la vida de toda persona. 11/23/2016 1 Comentario Asesorías literariasDesde hace más de un año estoy acompañando a varias personas en distintos procesos de escritura. Es algo que había hecho esporádicamente y a manera de asesoría puntual, pero sin objetivos definidos, hasta que en una ocasión una persona me hizo ver que esperaba un acompañamiento para iniciar este camino profesional que constituye la escritura.
Esto me llevó a cuestionarme sobre mis propios procesos y encontré que me había tomado cerca de 20 años aprender y concretar la tarea comunicacional de la escritura y la elaboración de mi primer libro. Ese tiempo parece largo y tedioso cuando se le mira desde el número de años transcurridos, pero en realidad - para mí - fue algo que ocurrió paulatinamente y sin la vista puesta en ello como una meta. Es decir, yo comencé maravillándome por la escritura de otros y queriendo expresar algunas ideas, circunstancias o asombros que a veces me faltaban en los textos que leía. Por esa razón, para mi la publicación de un trabajo no era una consideración. Yo necesitaba nutrirme de todo aquello que caía en mis manos, ideas de las que me hablaban y de historias que me pasaban cerca. De hecho, una vez que comencé un taller literario, mi única idea era escribir canciones. Quince años más tarde, luego de varios intentos por encuadernar mis trabajos y de compartir con la gente de aquel taller y de otros en los que participé también como tallerista, el poemario La virgen de la cueva se convirtió en un libro, casi al mismo tiempo que había decidido hacer una publicación numerada de cien ejemplares, llamada IndiGentes. En el 2007 empezaron a circular estos dos trabajos, uno hecho por mi, de manera artesanal y con propósitos más de búsqueda, y otro que fue el producto de un concurso literario. Un año más tarde, el poemario La casa rota ganaba el premio nacional de literatura y allí conocí al poeta cubano Roberto Manzano, quien me explicó aspectos de mi libro que yo había trabajado desde la intuición, pero que se habían notado como un proceso de creación de un libro y no de una colección de poemas. Unos meses más tarde, en un curso de escritura que vino a dictar a Panamá, él explicó con mayor detenimiento qué significaba hacer un libro y por qué las colecciones de poemas o de cuentos no alcanzaban para publicar. A partir de entonces empecé a trabajar más conscientemente en lo que ya había hecho uniendo retazos, consultando, aprendiendo entre lecturas y tertulias, escuchando a maestros de la literatura y meditando sobre los libros que me habían impresionado como lectora. En el 2010 presenté al Premio Centroamericano Rogelio Sinán, el libro de cuentos De la puerta hacia adentro, el cual ganó y fue publicado por recomendación del jurado y en el 2011, por solicitud de la Editorial Casa de Poesía de Costa Rica, armé el libro Mujeres o diosas y lo consideraron para participar en el Festival Internacional de Poesía de Costa Rica. Ahora que miro hacia atrás, creo que el tiempo que me tomó fue necesario, tomando en cuenta que nadie me estaba guiando sostenidamente, sino que formé parte de procesos grupales llamados talleres literarios, cuyo ritmo era tan lento, como la variedad y cantidad de sus participantes, sus necesidades y el tiempo que otras obligaciones nos permitían para reunirnos o trabajar individualmente. Sin embargo, la realidad de hoy es distinta. Los estímulos literarios que se reciben son abundantes, se puede conocer la obra completa de un escritor por internet y se pueden escuchar conferencias fantásticas sin salir de la casa. También se tiene interacción en tiempo real con gente que ya pasó por estos procesos y se conoce la historia de quienes ya murieron. Lo anterior es una ventaja, pero también es una desventaja en cuanto a la capacidad de asombro, al proceso de estudio que se puede desarrollar y a otros muchos aspectos de los que la creación literaria se nutre. Si se cree conocer a un escritor porque se le sigue en el twitter, una se puede quedar en la superficialidad del trabajo de una editorial, que está manejando la cuenta para crear fanáticos. Conocer a quien escribe es otra cosa, aprender de ella, de sus procesos y de sus hallazgos es - por lejos - otra cosa muy distinta, que no ocurre muy a menudo. Así que la siguiente pregunta que me hago es acerca de lo que significa acompañar a alguien en su proceso de escritura. Hoy se usa la palabra "coaching" para muchos procesos que no lo son. La traducción sería Entrenador, pero entrenar implica una especie de violencia e intervención en la conducta de un ser viviente. Se puede entrenar a una mascota por métodos conductistas o a un deportista, diseñando un plan de ejercicios que le ayuden a desarrollar destrezas necesarias para triunfar; pero entrenar la vida o el talento literario, sinceramente lo pongo en duda. Si creo, sin embargo, en que muchas veces necesitamos orientación sobre los pasos que necesitamos para lograr algo. Hacerse acompañar de alguien tiene un valor enorme, en tanto que se busca la guía sin perder o dejar de valorar la experiencia propia. Yo prefiero acompañar, participar del proceso con esa persona, dejar que encuentre su voz, que diga lo que tiene que decir, que desarrolle algo distinto. No necesito copias de mi, gente que escriba como yo, que tenga mis gustos o piense como yo. La persona que se ha planteado escribir quiere hacerlo bien, validar sus creaciones ante la experiencia, pero seguir teniendo el control de lo que dice y cómo lo dice. Tal vez mucha gente no lo entienda, algunos creen que basta con mandarte un texto y pedirte que lo revises. Esa es la fase final de un tramo. No es justo con quien lo lee, pues - a parte de ser una conducta abusiva cuando se hace con exigencias y apuros - se le encomienda la tarea de intervenir sin herramientas, casi como solicitar una cirugía de corazón abierto en una cabaña de playa. Con las personas que han trabajado conmigo en estos últimos meses y con quienes trabajé por años como un gesto de amistad, he aprendido mucho y espero seguir haciéndolo. Una de esas cosas es que este acompañamiento tiene que hacerse como un trabajo, no como un favor. Quien acompaña también necesita disciplina, horas de estudio y planificar lo que se hará para que sea un proceso exitoso. Es un ejercicio que implica docencia desde la perspectiva del maestro y también del alumno. Hacerlo como un trabajo es darle la importancia que merece. Honrar a la persona que brinda este servicio es también un gesto de valoración de lo que ese trabajo significa. Si bien lo hacemos con placer, nos angustia que sea un pasatiempo para la otra persona o un pretexto para conversar, mientras nosotras nos lo tomamos en serio. Acompañar, entrenar o ser coach de escritura son - en todo caso - trabajos que requieren de un compromiso y que responden a necesidades de estos tiempos. El tiempo de formación de los escritores varía ahora más con el uso de la tecnología. Se puede trabajar un texto en grupo sin necesidad de estar en el mismo lugar y también se puede conversar desde distintos países. Los lenguajes también han cambiado y también hoy se plantea la fama como un paso previo a la tarea de escribir un libro. Eso es otro tema que pasa por el tamiz de la calidad, la prueba del tiempo y la relevancia, así como la legitimidad de la obra. Cuando se trate de escritura literaria, la fama no garantiza el producto, pero en el caso contrario - como muchos saben - escribir bien no garantiza el éxito. Estudiar las tendencias, adecuar la voz propia al lenguaje en el que se quiere comunicar e interactuar con el presente, requiere también otras destrezas. Si estás pensando en dedicarte a escribir o si solamente deseas crear un libro, es importante que lo definas y lo plantees al inicio para que el objetivo se pueda ver más claro y este trabajo resulte más efectivo. Busca a una persona con la que te sientas bien, que respete tus ideas y que sepa guiar sin imponer. ¡Buena suerte! Lucy |
AutoraEscritora, docente universitaria, traductora e investigadora. También se ha desarrollado en el campo de la música y las artes escénicas de la mano de artistas y grupos artísticos como Clavo y Canela (2000), Trópico de Cáncer (2004), El Kolectivo (2012) Teatro Carilimpia (2014) y Mar Alzamora-Rivera (2015) Archivos
Julio 2022
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